Coronavirus, aislamiento y relaciones familiares
- Luis Sánchez del Valle Psicoterapeuta
- 29 mar 2020
- 4 Min. de lectura
El momento que hoy vivimos es único. Ninguna de las generaciones que habitamos actualmente el planeta había experimentado una pandemia con estas características. En México, por ejemplo, hemos vivido dos grandes terremotos que nos invitaban a trabajar unidos contra los pesares; hoy nos lleva a un estar con nosotros mismos en aislamiento y soledad, donde el contacto con la otredad está prohibido. Jung nos habla, en varias de sus obras, de darnos cuenta que nuestras experiencias se enriquecerían integrándolas a un “espíritu de la profundidad”, es decir, estar en contacto con nuestro propio desarrollo del alma humana: "...el espíritu de la profundidad ha sometido todo orgullo y toda altanería del juicio. Me quitó la fe en la ciencia, me robó la alegría de explicar y el clasificar, y dejó que se extinguiera en mí la entrega a los ideales de este tiempo. Me forzó a bajar hacia las cosas últimas y más simples”. (Jung, 2012).
Hoy en la práctica de la psicoterapia puedo darme cuenta que el ser humano se resiste a escuchar a este espíritu de la profundidad, no sabemos estar con nosotros mismos. Podemos ver gente desesperada porque están aburridos, no saben qué hacer, metidos en sus redes sociales compartiendo noticias, muchas veces falsas, y envenenando el aire con críticas hacia líderes y formas para evitar una mayor crisis. Eso precisamente denota un no sé estar conmigo. Jung de nuevo nos dice: “La vida que aún podría vivir, he de vivirla, y el pensar que aún podría pensar, he de pensarlo. Tu quieres, por cierto, huir de ti mismo para no tener que vivir lo no vivido hasta ahora. Sin embargo, no puedes huir de ti mismo. Está todo el tiempo contigo y pide realización”.
Ahora bien, en el caso de las parejas, la cuarentena nos lleva a estar las 24 horas del día con el ser amado con más ganas de salir corriendo y contagiarnos del virus, que experimentar un vínculo de tiempo completo e intensivo. De nuevo perdemos la oportunidad de experimentarnos en la relación, girar los espejos y cuestionarnos a nosotros mismos sobre quiénes somos realmente con esa persona. Parece que la guerra se intensificó de una manera brutal y cualquier palabra que se diga puede ser usada en contra de manera maquiavélica con la única intención de explotar y lastimar al otro. El hacer una pausa es abrazar tu sí-mismo, en ese momento parecería que tu mundo se vuelve frío y vacío, y como diría Kierkegaard: con una enorme angustia. Pero en ese momento ese vacío es llenado por la totalidad, es decir, por todas las posibilidades que existen en esa circunstancia. Es un momento de soledad, toda la atmósfera es fría y se extiende hacia la eternidad, alejado de tu pareja pero, al mismo tiempo, mucho más cercano, tu totalidad se mezcla y danza con la totalidad del otro.
Cuando se está en un entorno familiar, este confinamiento nos ayudaría a descubrir quiénes somos. En mi rol es estar hacia adentro, en dialogo constante con mi propia alma y escuchando el alma de cada uno, surge la oportunidad que tenemos para un retiro espiritual con nuestros amados. Pero de nuevo el temor de encontrarnos con nosotros mismos nos lleva a añorar ir al trabajo 10 horas y regresar a casa solo a dormir y volver a una cotidianidad que nos ha ido aniquilando, sin saber quiénes son esas personas que habitan en nuestro espacio.
Estamos perdiendo esta magnífica oportunidad que nos está poniendo la vida, casi secuestrados, para tener un diálogo con nuestra alma y completar tareas de cada etapa de vida. Jung de nuevo escribe: “Vivirse a sí mismo quiere decir: ser tarea de uno mismo. Nunca digas que sería un placer vivirse a sí mismo. No será ninguna alegría, sino un largo padecimiento, pues tienes que convertirte en tu propio creador. Si quieres crearte, entonces no empiezas por lo mejor y lo superior, sino por lo peor y más profundo. Por eso, di que te repugna vivirte a ti mismo. El confluir de las corrientes de la vida no es alegría sino dolor, pues es violencia contra violencia, culpa, y quiebra lo santificado”.
Hoy nos toca estar hacia adentro, acariciar nuestra propia alma, pues el mundo hoy siente que su alma se ha ido sin fecha de retorno, sin haber podido responder a la pregunta ¿por qué te vas?, simplemente se fue. Nos toca cambiar como seres humanos, pues hemos cometido muchos errores, nos toca replantear nuestro papel en la sociedad, nos toca ver al otro sin querer que cambie como mejor nos convenga, nos toca dejar de lastimar, dejar de interpretar con una verdad absoluta, nos toca mirar más a nuestros padres, a nuestro hijos, a nuestras parejas, a nuestros hermanos, pero sobre todo nos toca estar al pendiente de nosotros mismos. Haciendo esto, seguramente el alma del mundo regresará y nuestras vidas serán valoradas de tal manera que el “Eterno Retorno” de Nietzsche será tatuado en lo más hondo y amado de nuestro corazón. Es momento de decostruirnos, de ver la vida como un misterio, de darnos cuenta que somos seres arrojados al mundo y en relación.
Referencias.
Jung, C. (2012). El Libro Rojo. Buenos Aires. Argentina. Edit. El Hilo de Ariadna
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